Cuba enciende velas de esperanza al "Viejo Lázaro"
EL RINCÓN, Cuba (AFP) — Con un puro en su boca, flores y una vela en las manos, Lazarito, de cinco años, se arrastró en sus rodillas laceradas hasta el santuario del Rincón, adonde peregrinaron decenas de miles para venerar el lunes a San Lázaro, la deidad más popular de Cuba.
"Vamos, que tú llegas", lo animaba la madre, a su lado, de pie y descalza, en medio del tumulto que se formó fuera de la pequeña ermita blanca, ubicada junto a un leprosorio, a 40 kilómetros de La Habana, visitados hace diez años por el papa Juan Pablo II en su histórico viaje a la isla.
Aturdido por tanto bullicio, el niño, vestido con un trajecito de tosco tejido de yute, avanzaba poco a poco. Entre el humo del tabaco de cuando en cuando aparecía en su rostro mulato de vivaces ojos negros una mueca de dolor.
"!Déjenlo pasar!", "!Apártense, que necesita aire!", "!Quítense, no lo atormenten!", "!Va a llegar, va a llegar!", gritaban unos y otros, conmocionados, conmovidos o molestos porque la madre sometía al niño a semejante sacrificio.
La mujer, ataviada con una falda también de yute -vestimenta característica del santo-, no quiso decir qué promesa pagaba el niño y desoyó la petición de un sacerdote que salió del templo para pedirle que Lázaro no continuara hasta el altar.
"Va a seguir", insistió la mujer. Con su niño, a quien nombró en honor al santo, llegó desde el barrio Cayo Hueso, en el popular Centro Habana, en romería como otros miles que cada año acuden de todo el país para esta fecha, a pagar promesas a quien los santeros llaman 'Babalú Ayé', una deidad de creación popular, que identifican con el color morado.
Al 'Viejo Lázaro', como también lo llaman, representado en un enjuto mendigo en harapos, con barba y muletas, martirizado por llagas en su piel, y con dos perros famélicos a su lado, se atribuyen poderes de curación de enfermedades como la lepra, el sida, las úlceras, las parálisis y amputaciones.
A muchos con esos padecimientos se les ve en las afueras de la ermita. Dentro cientos de personas se estrujan para entregar sus ofrendas: un habano, un trago de ron, una vela de color morado o un saquito repleto de monedas reunidas durante todo el año.
Sentado en su silla de ruedas, acompañado de tres amigos, junto a la escalinata de la iglesia, Salvador, de 67 años, hace memoria de cuando hace diez años Juan Pablo II se tomó una foto con un grupo de pacientes del leprosorio, entre ellos él.
"Fue muy cariñoso con nosotros. Su visita fue una cosa sorprendentemente buena para Cuba. Ahora hay más relación, más apertura, desde que el Papa vino", dijo este devoto de San Lázaro.
Salvador, a quien descubrieron la lepra cuando tenía 21 años y ahora da negativo en la enfermedad, dice ser feliz en el leprosorio, aunque tiene dos piernas amputadas: "!Todo lo que yo he pasado y estoy vivo!", manifestó.
La visita del Papa, para cuyo décimo aniversario en enero viajará a Cuba el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, marcó el inicio de una etapa de entendimiento entre la Iglesia Católica y el Gobierno cubano, que en los años 60 tuvieron fuertes desencuentros, incluso con la expulsión de la isla de sacerdotes.
En la ermita, como en todas las iglesias del país, se leyó este fin de semana el mensaje de Navidad -que se celebra en Cuba desde la visita del Papa-, en el cual los obispos llamaron a la unidad y la esperanza, y pidieron a los cubanos dejar atrás "agravios y rencillas".
Fuera del templo parece que hay una feria. Los rezos y cánticos religiosos compiten con el 'reggaetón' que anima los puestos de comida criolla: cerdo asado y ron. Lazarito está aún más confundido, no entiende mucho lo que pasa, lo llevan al puesto médico, pero al fin dejó atrás el altar.
"Vamos, que tú llegas", lo animaba la madre, a su lado, de pie y descalza, en medio del tumulto que se formó fuera de la pequeña ermita blanca, ubicada junto a un leprosorio, a 40 kilómetros de La Habana, visitados hace diez años por el papa Juan Pablo II en su histórico viaje a la isla.
Aturdido por tanto bullicio, el niño, vestido con un trajecito de tosco tejido de yute, avanzaba poco a poco. Entre el humo del tabaco de cuando en cuando aparecía en su rostro mulato de vivaces ojos negros una mueca de dolor.
"!Déjenlo pasar!", "!Apártense, que necesita aire!", "!Quítense, no lo atormenten!", "!Va a llegar, va a llegar!", gritaban unos y otros, conmocionados, conmovidos o molestos porque la madre sometía al niño a semejante sacrificio.
La mujer, ataviada con una falda también de yute -vestimenta característica del santo-, no quiso decir qué promesa pagaba el niño y desoyó la petición de un sacerdote que salió del templo para pedirle que Lázaro no continuara hasta el altar.
"Va a seguir", insistió la mujer. Con su niño, a quien nombró en honor al santo, llegó desde el barrio Cayo Hueso, en el popular Centro Habana, en romería como otros miles que cada año acuden de todo el país para esta fecha, a pagar promesas a quien los santeros llaman 'Babalú Ayé', una deidad de creación popular, que identifican con el color morado.
Al 'Viejo Lázaro', como también lo llaman, representado en un enjuto mendigo en harapos, con barba y muletas, martirizado por llagas en su piel, y con dos perros famélicos a su lado, se atribuyen poderes de curación de enfermedades como la lepra, el sida, las úlceras, las parálisis y amputaciones.
A muchos con esos padecimientos se les ve en las afueras de la ermita. Dentro cientos de personas se estrujan para entregar sus ofrendas: un habano, un trago de ron, una vela de color morado o un saquito repleto de monedas reunidas durante todo el año.
Sentado en su silla de ruedas, acompañado de tres amigos, junto a la escalinata de la iglesia, Salvador, de 67 años, hace memoria de cuando hace diez años Juan Pablo II se tomó una foto con un grupo de pacientes del leprosorio, entre ellos él.
"Fue muy cariñoso con nosotros. Su visita fue una cosa sorprendentemente buena para Cuba. Ahora hay más relación, más apertura, desde que el Papa vino", dijo este devoto de San Lázaro.
Salvador, a quien descubrieron la lepra cuando tenía 21 años y ahora da negativo en la enfermedad, dice ser feliz en el leprosorio, aunque tiene dos piernas amputadas: "!Todo lo que yo he pasado y estoy vivo!", manifestó.
La visita del Papa, para cuyo décimo aniversario en enero viajará a Cuba el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, marcó el inicio de una etapa de entendimiento entre la Iglesia Católica y el Gobierno cubano, que en los años 60 tuvieron fuertes desencuentros, incluso con la expulsión de la isla de sacerdotes.
En la ermita, como en todas las iglesias del país, se leyó este fin de semana el mensaje de Navidad -que se celebra en Cuba desde la visita del Papa-, en el cual los obispos llamaron a la unidad y la esperanza, y pidieron a los cubanos dejar atrás "agravios y rencillas".
Fuera del templo parece que hay una feria. Los rezos y cánticos religiosos compiten con el 'reggaetón' que anima los puestos de comida criolla: cerdo asado y ron. Lazarito está aún más confundido, no entiende mucho lo que pasa, lo llevan al puesto médico, pero al fin dejó atrás el altar.
3 comentarios:
Con todo respeto por las creencias de sus padres, me parece mal someter a una criatura a semejante daño físico.....Los niños son niños y que si ha de hacerse, la penitencia la hagan sus padres, creo
Conclusiones.
Fanatismo e incultura. Hay muchas maneras de profesar y dar credo de la fe sin necesidad de autoagredirse físicamente y arrastrar a terceros a ello. Menos aún cuando son niños.
Participé de la peregrinación en una ocasión, hace ya bastantes años para poder hablar por lo que vieran mis ojos y no por lo que oyera y realmente quedé bastante sorprendido con las situaciones que allí pude ver. El caso de Lazarito parece que se repite todos los años y lo triste es que cada vez se involucran en los cumplimientos de promesas al santo a niños cada vez más pequeños. Ya se han dado casos de hasta bebés pagando promesas por sus padres. Y si al final existiera una prueba verdadera de que funciona!!!!.
Hay historias que puedo contar por lo que ví en aquel momento y por las que he oido y que también creo muy posibles después de lo que pude ver. Insolitas. Pero no vale la pena. Respeto las creencias de cada cual, pero como Betty no comparto el autodaño físico ni obligar a terceros que no tienen poder de decisión.
adhesión total. sobran los comentarios.
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